Jerusalén: una ciudad dividida por la
derecha que la quería indivisible
Meir
Margalit
Como
un deja vu angustiante, como una tormenta
que no deja de azotarnos, vuelve a estallar esta nueva ola de violencia. Y nos
deja perplejos y avergonzados por la impotencia kafkiana de quien sabe lo que
habría que hacer para acabar, de una vez por todas, con esta violencia
endémica, pero nadie lo escucha. Esto era de esperar, en particular en
épocas de festividades judías, cuando religiosos derechistas se empecinan en
subir a la Explanada de las Mezquitas, exasperando los nervios palestinos, que
ya están tensos al máximo sin necesidad de estas provocaciones. Era de esperar,
pero, por obra del diablo, estas irrupciones de violencia siempre nos toman por
sorpresa, nunca se está lo suficientemente preparado para enfrentarlas.
Sin
embargo, a pesar de esa sensación de haber ya presenciado la misma película,
podemos notar algunos rasgos propios de esta revuelta. Por primera vez en
muchos años, se produce un acontecimiento perturbador en el que los jóvenes
palestinos de Jerusalén se vuelcan a las calles en forma masiva, espontánea,
sin apoyo de ningún movimiento organizado, apedreando todo símbolo israelí que
se cruza en su camino, atropellando civiles israelíes y atacando con cuchillos
de cocina, hasta llegar a su máxima expresión la semana pasada cuando un niño
palestino de 13 años atacó a cuchillazos a otro niño israelí de la misma edad,
lo que convirtió automáticamente a cada niño palestino en "terrorista
activo" a ojos israelíes.
Este
modelo de rebelión ha dejado a la policía israelí perpleja, ya que este estilo
de ataques son imprevisibles e imposibles de prevenir. Mucho mas fácil
para los servicios de seguridad israelí es combatir células terroristas
organizadas que enfrentarse a civiles armados con cuchillos caseros que,
en un momento de ira, deciden acuchillar al primer israelí que se cruza en su
camino. Esta nueva estrategia popular palestina ha producido un cambio
sumamente significativo en el desarrollo del conflicto. Hasta tal punto, que
por primera vez en muchos años podemos declarar que la calle palestina en Jerusalén
oriental ha logrado un triunfo contundente, aunque no sea más que como un
"gol en contra" del gobierno israelí.
La
imposición de un estado de sitio en Jerusalén oriental -o lo que Giorgio Agamben denomina "un estado de excepción"-, que incluye la utilización por primera vez desde
1967 de fuerzas militares como refuerzo a la policía local y de bloques de
cemento que separan los barrios palestinos de los israelíes, es sin duda alguna
uno de los triunfos mas contundentes de los jóvenes rebeldes de Jerusalén
oriental. Ello requiere una lectura atenta de los significados simbólicos que
representa, ya que a primera vista pasan desapercibidos.
Lo
primero que resalta es, por encima de todo, el estado de pánico en que esta
sumergida la sociedad israelí, la incapacidad para controlar la situación, y el
grado de cinismo con que el gobierno manipula la opinión publica israelí,
apoyándose en que nadie conoce la geografía del lugar: da igual cuantas vallas
instale la policía en Jerusalén oriental, siempre habrá un hueco por el que
unos terroristas dispuestos a todo podrán infiltrarse a la parte occidental de
la ciudad. Pero lo mas significativo es que al declarar el “estado de sitio”,
el gobierno israelí ha dividido de facto la ciudad de Jerusalén.
La
izquierda israelí aduce desde hace 46 años, sin mayor éxito, que el modelo de
ciudad unificada no tiene futuro y es necesario dividirla: ahora lo ha llevado
a la práctica la derecha israelí sin mayor remordimiento de conciencia. El
despliegue de soldados y bloques de cemento en las rutas que conectan a los
barrios palestinos con la parte israeli es sumamente simbólico porque nos remiten
a los Territorios Ocupados de Cisjordania. Los transforma en un claro
significante de la anulación de distinciones entre Jerusalén y los Territorios
Ocupados, o lo que podría denominarse la "Cisjordanización de
Jerusalén". Nunca Jerusalén oriental ha estado tan cerca de los
territorios ocupados y tan lejos de Jerusalén occidental.
Y
este "gol en contra" llega a tiempo. Durante los últimos años, y a
medida que la situación económica ha ido mejorando, la población adulta de
Jerusalén oriental comenzó a acomodarse o a resignarse a la ocupación. A partir
de ahora esta percepción colapsa y la gente vuelve a recordar que están bajo
una ocupación militar que, por mas beneficios económicos que pueda conllevar,
es y será insoportable. Durante los últimos años, gracias a una política
de gestos implementada por el actual alcalde israelí de la ciudad, la ocupación
perdió su fachada opresora y su imagen se volvió mas light, hasta tal punto que los últimos
sondeos demuestran que mas de la mitad estarían dispuestos a adquirir la
ciudadanía israelí. Este proceso de doblegamiento a la
ocupación ha colapsado estruendosamente, ha sido literalmente quebrado por los
jóvenes. La dosis de relativa prosperidad que el alcalde Barkat
suministro a sus padres, no les atañe: están en esa edad en la que la dignidad
y el orgullo son factores decisivos en la consolidación de su identidad, mucho
más importantes que la prosperidad económica que persiguen sus padres.
La
idea de tranquilizar al publico israelí gracias a las barreras no es nueva en
nuestra región. Durante la segunda Intifada, fue Ariel Sharon el primero
en promover en 2002 la construcción de la muralla de separación a fin de calmar
a la población israelí. Siguiendo esta lógica escapista, Netanyahu introduce
vallas de cemento armado con el mismo objetivo. Construir otra muralla seria
demasiado exagerado pero, salvando las diferencias, en ambos casos el resultado
es el mismo: Sharon y Netanyahu dividen la ciudad de facto.
Diez
años después de construida la muralla de separación, que dejó fuera a extensas
partes de la ciudad y a más de 50.000 residentes palestinos, el gobierno actual
separa Jerusalén oriental en una serie de enclaves cerrados que, mas que
afectar la vida cotidiana, producen un cambio total en la mentalidad palestina
respecto a la ocupación. Netanyahu les ha vuelto a recordar que viven
bajo ocupación militar, y ha reavivado de esa manera el ansia palestina de
liberación.
La
tensión generada por estos disturbios ha corroborado que el modelo de la
"Jerusalén unificada" es insostenible, que por debajo de la tierra
ruge un volcán. La tenacidad con la que la población joven desafía al sistema
israelí es la prueba contundente de que este régimen de ocupación esta
destinado a enfrentar periódicamente alzamientos violentos que, a largo plazo,
acabaran desmoronándolo. Toda represión es temporal por definición y la actual
represión policial esta sembrando las semillas de la próxima rebelión. Los
jóvenes palestinos arrestados, cuyo numero ronda los 2.500, llevarán en sus
venas por siempre el ansia de revancha. Y el folklore local ya esta
fertilizando la próxima generación de jóvenes que aspira imitarlos, porque en
el imaginario local esos son los pequeños guerrilleros que, poniendo en jaque a
la policía, salvaron la dignidad nacional.
Todavía
es prematuro saber si estamos ante la tercera Intifada. Sea cual fuere el
futuro, el valor intrínsico del levantamiento juvenil consiste en
haber puesto de relieve la patología del sistema municipal de Jerusalén y, más
allá de sus logros a corto plazo, los acontecimientos han dejado claro que una
estructura de esta índole podría perdurar, pero no tiene derecho a
existir.
Un
proverbio hebreo dice que la labor de los santos es realizada por gente
común. No se si será cierto. Pero lo que esta claro es que el objetivo de
la izquierda lo está llevando a cabo, a su brutal manera, la
derecha.
www.sinpermiso.info, 17 de octubre 2015
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